sábado, 20 de abril de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve” (Jn 6,63)

El alma, desde el comienzo hasta el final de toda acción, debe venerar con - Permanece en las cosas celestes con la Inteligencia y el Concejo y se rodea de la Ciencia y la Piedad. Ellas deben recibirse con gran respeto, ya que son su sostén. Entonces, que el alma primero vigile abrirse a la Sabiduría, para luego de la acción poder cerrarse con pudor y timidez. Cuando se abra, que se revista de firmeza gracias a las galas de la Inteligencia y el Consejo y se fortifique igualmente con la Ciencia y la Piedad.

El movimiento del alma razonable y la acción de su cuerpo, según los cinco sentidos, siguen un solo y mismo camino. El cuerpo sólo obra cuando el cuerpo lo pone en movimiento. Los diferentes sentidos, ellos, no se separan uno del otro, se sostienen entre ellos con gran firmeza e iluminan al hombre entero. El fin es conducirlo hacia lo alto o hacia lo bajo, según las elecciones de su alma.

La Ciencia del alma provoca las lágrimas del arrepentir, mientras que los pecados la enfrían. La constancia en la rectitud, con sus buenas obras, le aporta el fuego del deseo superior. Las igual celo los siete dones del Espíritu Santo. Al inicio de su acción, recibe la Sabiduría que posee luego del temor. La conserva en medio del coraje- Fuerza del corazón otras virtudes vienen en ayuda a la firmeza, para comunicar a cada creyente el fluido de la santidad, la gracia santificante. El alma se encuentra penetrada del rocío y el calor del Espíritu Santo, domina la carne y lleva a servir a Dios con ella… Entonces, todos los órganos interiores aportan su energía al alma humana para servirla. Así, cuando el alma deja el pecado para cumplir la justicia, se eleva siguiendo la razón.



Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179)
abadesa benedictina y doctora de la Iglesia
Scivias, El Libro de las Obras Divinas, 6 (en “Hildegarde de Bingen, Prophète et docteur pour le troisième millénaire”, Béatitudes, 2012), trad. sc©evangelizo.org

Buen día, Espíritu Santo! 20042024

 

Sobre el Sacramento del Altar: Sobre la fe de los apóstoles

Balduino de Cantorbery
Sobre el Sacramento del Altar: Sobre la fe de los apóstoles

«Nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede» (Jn 6,65)
Parte 2, 3: SC 93, 296-300
SC



Entre los discípulos de Cristo había quienes creían y quienes no creían, y entre los no creyentes se encontraba Judas, que lo iba entregar. Cristo los conocía a todos: a los creyentes y a los incrédulos; al que lo iba a entregar y a los que iban a separarse de él.
Pero antes que se separen los que han de dejarlo, les aclara que la fe no es de todos, sino de aquellos a quienes el Padre les concede acercarse a él. Pues el misterio de la fe no puede revelarlo nadie de carne y hueso, sino el Padre que está en el cielo. Es él quien a unos otorga el don de creer y a otros no. Por qué a algunos no les otorga este don, él lo sabe: a nosotros no nos es dado saberlo; y ante una realidad tan incomprensible y tan escondida a nuestros ojos, no nos cabe otra posibilidad que exclamar y decir llenos de admiración: ¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!
Muchos de los discípulos que no habían creído se echa-ron atrás y se fueron, no en pos de Jesús sino en pos de Satanás. Entonces dijo Jesús a los Doce que se habían quedado con él: ¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Si nos apartamos de ti, ¿dónde encontraremos la vida y la verdad?, ¿dónde encontraremos al autor de la vida?, ¿dónde a un doctor de la verdad como tú? Tú tienes palabras de vida eterna. Tus palabras, escuchadas con reverencia y conservadas con fe profunda, dan la vida eterna. Tus palabras nos prometen la vida eterna mediante la administración de tu cuerpo y de tu sangre.
Y nosotros, dando fe a tus palabras, creemos y sabemos que tú mismo eres el Mesías, el Hijo de Dios; es decir, creemos que tú eres la vida eterna, y que en tu carne y en tu sangre no nos das sino lo que tú eres. Creemos —dice— y sabemos que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios; esto es, creemos y sabemos que tú eres el Hijo de Dios; por tanto, es normal que tú tengas palabras de vida eterna, y todo lo que has dicho respecto a comer tu carne y a beber tu sangre, creemos y sabemos que es verdad, porque tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
No dijo sabemos y creemos, sino creemos y sabemos. Esto puede entenderse de aquel conocimiento que se va formando en la mente mediante el crecimiento de la fe. De este conocimiento está escrito: Si no creéis, no podréis comprender. Ya la misma fe es cierto conocimiento incluso en aquellos que creen simplemente, sin comprender las razones de la fe. En cambio, el conocimiento que llega a ser formulado en conceptos es propio de aquellos que con la práctica tienen una sensibilidad entrenada para conocer más plenamente las razones de la fe, siempre prontos para dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza a todo el que se la pidiere.

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,60-69


Evangelio según San Juan 6,60-69
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?".

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza?

¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?

El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.

Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.

Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.

Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?".

Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.

Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos, paz y bien.

Seguimos en tiempo de Pascua, pero eso no significa que no haya problemas en nuestra vida. Sigue oliendo a resurrección, pero tenemos que hacer frente a muchas situaciones difíciles.

La Iglesia de los primeros días atraviesa, en la primera lectura, un buen tiempo. Se va extendiendo, y llega a nuevas regiones. Pedro, en su afán misionero, realiza varios milagros. Se trata de llevar ese camino de salvación a muchas personas, cuantas más mejor, para que Cristo sea el dueño y Señor de sus corazones. Aunque nosotros no tengamos el don de sanación, sí podemos ser portadores de la Buena Nueva. Apóstoles en la vida ordinaria.

No es fácil. Incluso para Jesús fue difícil. A pesar de todo lo que ofrecía, para muchos era imposible vivir ese nuevo estilo de vida. A un buen grupo se le acabó la paciencia, o la curiosidad, y se volvieron por donde había venido. Seguro que los Discípulos miraron a Jesús con cara de duda, y, al verlo, surgió la pregunta: “también vosotros queréis marcharos?” Es fácil rendirse en las dificultades. O pedir que se rebaje el nivel. Que nos quiten un mandamiento, por ejemplo. O algún dogma. Para que sea más sencillo el seguimiento. Pero no se puede. Es lo que hemos recibido del Señor.

El mismo Jesucristo no baja el listón. Porque tampoco puede. Lo que ha recibido de su Padre es un todo, que debe transmitir. No es un menú a la carta, es el plan del Reino, que abarca todos los sectores de la vida, no deja nada fuera. No hay posibilidad de elegir lo que nos gusta y lo que no. La iglesia, hoy, tampoco puede cambiar las cosas. Y, como entonces, algunos lo entienden. Otros no. Muchos se van, algunos se quedan.

Pedro resume el sentir de los verdaderos seguidores. “Tú tienes palabras de vida eterna”. Es una afirmación que compromete todo nuestro ser. Aspiramos a vivir eternamente, en esta tierra, temporalmente. lo mejor posible, en el Cielo, con Cristo, para siempre. Hay muchas ofertas para pasarlo bien un rato. Esas ofertas no sacian nuestro deseo de eternidad. La fe en Cristo abre otras posibilidades.

Tú, ¿qué piensas? ¿Quieres marcharte, porque son palabras duras? ¿O has encontrado el tesoro escondido, la Palabra de Dios, y vas a esforzarte para ser fiel?

Nuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

viernes, 19 de abril de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA

¡La fe te asegura: recibes un pan celeste y una copa de salvación!

En otros tiempos, Cristo decía: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes” (Jn 6,53). Pero no escucharon espiritualmente sus palabras y se fueron, escandalizados, pensando que el Señor los invitaba a una comida ordinaria.

Ya en el Antiguo Testamento, se presentaba el pan de Proposición. Actualmente no tiene objeto ofrecer los panes de la Antigua Alianza. En la Nueva Alianza se presenta un pan celeste y una copa de salvación (cf. Sal 116,13) que santifican el alma y el cuerpo. Lo mismo que el pan se acorda con el cuerpo, el Verbo se armoniza con el alma.

No te detengas en el pan y el vino como si se tratara de esto únicamente, ya que según la afirmación del Maestro se trata de cuerpo y de sangre. Más allá de lo que te sugiere la percepción de los sentidos, la fe te asegura. No juzgues la realidad según el sabor sino según la fe. (…)

Lo que aprendes te da esta certeza: lo que parece pan, aunque tenga el sabor, no es pan sino el Cuerpo de Cristo. Lo que parece vino, aunque tenga el sabor, no es vino sino la Sangre de Cristo.



San Cirilo de Jerusalén (313-350)
obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis mistagógica 4º (Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d'Orval, 1971), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,52-59


Evangelio según San Juan 6,52-59
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".

Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.

Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".

Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos, paz bien.

Hablábamos ayer de los ritmos de Dios, y Saulo – Pablo es un claro ejemplo de cómo actúa Él. Cuando más claro parecía el camino del perseguidor, un encuentro, casi un encontronazo, reorienta sus pasiones. Toda la energía dedicada a perseguir a los cristianos la vuelca en anunciar a los judíos que Jesús es el Hijo de Dios. Para Dios no hay nada imposible. Insiste a tiempo y a destiempo, para que escuchemos su voz. Y si no paramos, a veces nos da un “empujoncito”.

Ananías, el enviado de Dios, se fía poco de Pablo. Normal. Con semejante currículo, no había muchos motivos para acercarse al perseguidor. Antes bien, cuanto más lejos, mejor. Pero, al final, confía, y se convierte en portador del Espíritu para el pobre Pablo, que estaba sometido a un ayuno forzado por las circunstancias. Se convierte en un ángel, un enviado de Dios, para comunicarle la misión. Y, desde el comienzo, la angustia y el desconsuelo. (“Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre”)

Unirnos a Dios para ser plenamente nosotros. Entrar en la vida eterna de Dios, al compartir su Cuerpo y su Sangre. Alimento para el camino, para poder, como dice el salmo de hoy, “ir al mundo entero y proclamar el Evangelio”. Donde estemos (en casa, en el trabajo, en la calle…) podemos ser testigos. Para eso, hace falta tomar parte en los sacramentos, hacerse uno con Él. Está siempre disponible, accesible, dispuesto y preparado para hablarnos y hacerse uno con nosotros. Ser ángeles para los demás. Llevarles el Espíritu de Dios.

Jesús, al que Saulo perseguía, nos invita, mientras seguimos por el camino de la Pascua a tomar su Cuerpo y su Sangre. Verdadera comida y verdadera bebida, para vivir eternamente. Lo que celebramos el Jueves Santo se repite cada día. No dejes pasar la oportunidad. Sé un ángel para todos.

Nuestro hermano en la fe,

Alejandro Carbajo, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

La lucha de los primeros cristianos contra la práctica del aborto

DE LA LUCHA CONTRA EL ABORTO ENTRE LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Existen poderosas razones para pronunciarse por y con la vida

Somos muchos los que creemos que la causa de la vida no es ni eclesiástica ni siquiera estrictamente cristiana, y que desde el agnosticismo y el ateísmo, desde la simple teoría de los derechos humanos, existen, como desde el cristianismo, poderosas razones para pronunciarse por y con la vida.

Esto dicho, no sería justo dejar de reconocer que en esta lucha, la Iglesia católica ha dado la cara de manera tan valerosa como generosa, sin reclamar ningún protagonismo que siempre ha declinado en cuantos otros se han brindado a abanderar la lucha, y desinteresadamente interesada en el solo triunfo de la causa. Una causa en la que la mejor prueba de su fe, son los antiquísimos testimonios que los hombres de Iglesia han dejado desde los primeros tiempos del cristianismo.


Si bien es cierto es que no existe referencia concreta a las prácticas abortivas en los textos del Nuevo Testamento, ello no ha de ser interpretado como indiferencia de los autores canónicos, sino más bien en el sentido de que la apabullante unanimidad existente en la comunidad cristiana al respecto, hizo innecesario ningún pronunciamiento. La Evangelium Vitae de Juan Pablo II lo refiere así:

“Los textos de la Sagrada Escritura, que nunca hablan del aborto voluntario y, por tanto, no contienen condenas directas y específicas al respecto, presentan de tal modo al ser humano en el seno materno, que exigen lógicamente que se extienda también a este caso el mandamiento divino «no matarás»” (EvVit. 61).

El problema para la comunidad cristiana se plantea cuando con su crecimiento temprano y repentino, transciende el ámbito cultural judío y entra en contacto con la cultura greco-romana, donde las cosas discurren de manera bien diferente:

“Desde que entró en contacto con el mundo greco-romano, en el que estaba difundida la práctica del aborto y del infanticidio, la primera comunidad cristiana se opuso radicalmente, con su doctrina y praxis, a las costumbres difundidas en aquella sociedad” (EvVit. 61).

Empiezan entonces los posicionamientos de los primeros autores cristianos, cosa que ocurre sin ambages ni demoras. El primero de dichos posicionamientos lo hallamos en la Didaché, texto que aunque sólo nos es conocido a través de una copia descubierta en 1875 en la Biblioteca del Hospital del Santo Sepulcro de Constantinopla, es tan antiguo que podría ser incluso anterior a los últimos textos del Nuevo Testamento. Pues bien, ya en él se dice:

“No matarás el embrión mediante el aborto, no darás muerte al recién nacido”. (Did. 2, 2).

La Epístola de Bernabé, atribuido al compañero de Pablo, que podría datar de finales del s. I o principios del II, emite un mandamiento similar:

“No matarás a tu hijo en el seno de la madre ni, una vez nacido, le quitarás la vida” (EpBer 19, 5).

La Epístola a Diogneto es un texto de alrededor del año 150 en el que su anónimo autor se dirige a un desconocido Diogneto, a quien le explica cómo son los cristianos, diciéndole de ellos lo siguiente:

“Los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las costumbres. [...] Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña. Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se desembarazan de su descendencia (abortos)” (Epístola a Diogneto 5, 5).

Y el Apologético de Tertuliano, uno de los grandes autores del primer cristianismo que vivió entre los años 155 y 222 aproximadamente, lo expone con meridiana claridad realizando incluso un pronunciamiento bien temprano en la historia, sobre el momento en el que, según él, comienza la vida:

“Los que los arrojan al Tíber; los que los exponen para que el hambre, los fríos y los perros se los coman ó los maten; los que procuran los abortos, no negarán que los matan: sólo dirán que les dan la muerte más benigna que los cristianos. ¿Y no es mayor crueldad entregar un niño á un perro que á un cuchillo? Que hombres mayores, á quien en la condenación dejaron elegir el linaje de la muerte eligieron por más benigna la del hierro. A nosotros no nos es lícito no solamente matar hombres ó niños, pero ni desatar aquellas sangres que en el embrión se condensan. La ley que una vez nos prohíbe el homicidio, nos manda no descomponer en el vientre de la madre las primeras líneas con que la sangre dibuja la organización del hombre, que es anticipado homicidio impedir el nacimiento. No se diferencia matar al que ya nació y desbaratar al que se apareja para nacer, que también es hombre el que lo comienza á ser como fruto de aquella semilla” (Apologeticum, 9).

Articulo de Luis Antequera

publicado por Primeros Cristianos - Patrística

jueves, 18 de abril de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA


El que recibe a Cristo, deviene Cuerpo del Resucitado

La naturaleza humana fue asumida por el Hijo de Dios tan íntimamente que no sólo en él, “el Primogénito de toda la creación” (Col 1,5), sino también entre los santos, sólo hay un único y mismo Cristo. Como la cabeza no puede ser separada de los miembros, los miembros no pueden ser separados de la cabeza. (…)

Con Cristo sufren los mártires con coraje glorioso, con fe los que renacen con el baño de regeneración. Cuando se renuncia al diablo por creer en Dios, se pasa de lo vetusto a la renovación. Cuando se deposita la imagen del hombre terrestre para revestir la forma celeste, se produce una especie de muerte y de resurrección. El que recibe a Cristo y es recibido por Cristo, después de la inmersión del bautismo, no es el que era antes, sino que la carne de Cristo es el cuerpo del renacido.

Por eso, la Pascua del Señor es celebrada como conviene, “con los panes sin levadura de la pureza y la verdad” (1 Cor 5,8). Una vez rechazado el fermento de la antigua malicia, la nueva criatura se embriaga y alimenta del Señor mismo. La participación al Cuerpo y Sangre de Cristo tiene la capacidad de hacernos llevar a todas partes, en nuestro espíritu y en nuestra carne, aquel con el que hemos muerto, hemos sido sepultados y somos resucitados.


San León Magno (¿-c. 461)
papa y doctor de la Iglesia
Sermón XII sobre la Pasión (PL 54. Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d'Orval, 1972), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,44-51


Evangelio según San Juan 6,44-51
Jesús dijo a la gente: "Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.

Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.

Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.

Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.

Yo soy el pan de Vida.

Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.

Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos, paz y bien.

La preparación para el Bautismo del eunuco fue breve. Son las ventajas de que el catequista sea uno de los diáconos de la primera iglesia en Jerusalén, que también fue uno de los primeros cristianos en predicar el evangelio fuera de la ciudad santa. Un poco de charla y el agua que purifica y renueva. Hablando en serio, es verdad que hay personas y personas. Con algunos, en mi experiencia como párroco, hay que trabajar mucho, casi desde Adán y Eva, y otros están ya en la onda del Espíritu, y los procesos se pueden acelerar. Es lo bueno que tiene la Iglesia, el trato personalizado. A cada uno, según sus necesidades.

Hay que estar abierto a la acción del Espíritu, para que Éste pueda actuar. Ponerse a tiro, como el eunuco sin nombre. Dejar que la Palabra nos ilumine, y permitir, pedir que algo cambie en nuestra vida. A mejor, por supuesto. Además, la vida de Felipe nos muestra que cualquier cristiano común puede ser usado por el Señor de forma extraordinaria.

El don de la fe es el que nos permite creer. Es el Padre el que nos atrae, nos regala la posibilidad de ser creyente. “No me elegisteis vosotros a Mí, sino Yo a vosotros”, dijo Jesús. Por eso hay que aprender a interpretar los ritmos de Dios. Hay que agradecer cada día lo que nos da, el regalo de la fe, su amor, la Eucaristía… Y vivir con la sensación de que todo es gracia. Cada día es un regalo, y no podemos acostumbrarnos. Demos gracias a Dios por la fe, y por todo lo que hace por nosotros. Y no dejemos nunca de estar a la escucha. Que los caminos de Dios son misteriosos, pero accesibles.

Nuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

¿Qué decían sobre el aborto los primeros cristianos?

La lucha de los primeros cristianos contra la práctica del aborto
La tradición de la Iglesia ha sostenido siempre que la vida humana debe ser protegida y favorecida desde su comienzo como en las diversas etapas de su desarrollo. Oponiéndose a las costumbres del mundo grecorromano, la Iglesia de los primeros siglos ha insistido sobre la distancia que separa en este punto tales costumbres de las costumbres cristianas.

A lo largo de toda la historia, los Padres de la Iglesia, sus pastores, sus doctores, han enseñado la misma doctrina sobre la ilegitimidad del aborto.

LA DIDACHE siglo I
“El segundo mandamiento de la enseñanza: No asesinarás. No cometerás adulterio. No seducirás a los niños. No cometerás fornicación. No robarás. No practicarás magia. No usarás pociones. No provocarás [un] aborto, ni destruirás a un niño recién nacido” (Didajé 2:1–2 [70 d.C.]).
EPÍSTOLA DE BERNABÉ siglo I o II
“El camino de la luz, entonces, es el siguiente. Si alguno desea viajar al lugar señalado, debe ser celoso en sus obras. El conocimiento, por tanto, que se nos da con el fin de caminar de esta manera, es el siguiente. . . . No matarás al niño procurándole el aborto; ni tampoco lo destruirás después de que haya nacido” (Carta de Bernabé 19 [74 d.C.]).
ATENÁGORAS
“¿Qué hombre en su sano juicio, por tanto, afirmará, siendo tal nuestro carácter, que somos asesinos? . . . Cuando decimos que aquellas mujeres que usan drogas para provocar el aborto cometen un asesinato y tendrán que dar cuenta a Dios por el aborto, ¿bajo qué principio deberíamos cometer un asesinato?
Porque no corresponde a la misma persona considerar al mismo feto en el vientre como un ser creado, y por tanto objeto del cuidado de Dios, y cuando ha pasado a la vida, matarlo; y no exponer a un niño, porque quienes lo exponen son acusados de asesinato de niños, y por otra parte, cuando ha sido criado para destruirlo” (Súplica a favor de los cristianos 35 [177 d.C.]).

TERTULIANO Siglo II-III
“En nuestro caso, al estar prohibido para siempre el asesinato, no podemos destruir ni siquiera al feto en el útero, mientras que el ser humano todavía obtiene sangre de las otras partes del cuerpo para su sustento. Impedir un nacimiento no es más que matar a un hombre más rápidamente; ni importa si se quita la vida que nace, o se destruye la que está por nacer. Ése es un hombre que va a serlo; ya tienes el fruto en su semilla” (Apología 9:8 [197 d.C.]).

“Entre las herramientas de los cirujanos hay un instrumento determinado, que está formado por un marco flexible bien ajustado para, en primer lugar, abrir el útero y mantenerlo abierto; está además provisto de una cuchilla anular, por medio de la cual se disecan los miembros [del niño] dentro del útero con cuidado ansioso pero inquebrantable; siendo su último apéndice un gancho romo o cubierto, con el que se extrae todo el feto mediante un parto violento.

“Existe también [otro instrumento en forma de] una aguja o púa de cobre, mediante la cual se gestiona la muerte misma en este robo furtivo de la vida: Le dan, por su función infanticida, el nombre de embruosphaktes, [es decir]” el asesino del niño”, que por supuesto estaba vivo. . . “[Los médicos que practicaban abortos] sabían muy bien que se había concebido un ser vivo, y [ellos] se compadecieron de este desdichado estado infantil, que primero tuvo que ser ejecutado para escapar de ser torturado vivo” (El Alma 25 [210 d.C.]).

“Ahora admitimos que la vida comienza con la concepción porque sostenemos que el alma también comienza desde la concepción; la vida comienza en el mismo momento y lugar que el alma” (ibid., 27). “La ley de Moisés, en verdad, castiga con las penas debidas al hombre que causare el aborto [Éx. 21:22–24]” (ibid., 37).

MINUCIO FELIX
“Hay algunas mujeres [paganas] que, al beber preparados médicos, extinguen en sus entrañas la fuente del futuro varón y cometen así un parricidio antes de dar a luz. Y estas cosas ciertamente proceden de la enseñanza de vuestros [falsos] dioses. . . . A nosotros [los cristianos] no nos es lícito ni ver ni oír hablar de homicidio” (Octavio 30 [226 d.C.]).

SAN HIPÓLITO siglo III
“Las mujeres que tenían fama de creyentes comenzaron a tomar drogas para volverse estériles y a atarse fuertemente para expulsar lo que estaba engendrando, ya que, a causa de los parientes y el exceso de riqueza, no querían tener un hijo de un esclavo o por cualquier persona insignificante. ¡Mira, pues, hasta qué gran impiedad ha procedido ese inicuo, al enseñar el adulterio y el asesinato al mismo tiempo! (Refutación de todas las herejías [228 d.C.]).

CONCILIO DE ANCIRA
“En cuanto a las mujeres que fornican y destruyen lo que han concebido, o que se emplean en fabricar drogas para abortar, un decreto anterior las excluía hasta la hora de la muerte, y algunos han consentido. Sin embargo, deseando utilizar una lenidad algo mayor, hemos ordenado que cumplan diez años [de penitencia], según los grados prescritos” (canon 21 [314 d.C.]).

SAN BASILIO EL GRANDE siglo IV
“La que provoque el aborto, pase diez años de penitencia, ya sea que el embrión esté perfectamente formado o no” (Primera Carta Canónica, canon 2 [374 d.C.]).

“Es homicida... ; también lo son los que toman medicinas para provocar el aborto” (ibid., canon 8).

SAN JUAN CRISÓSTOMO siglo IV
“Por tanto os ruego que huyáis de la fornicación. . . . ¿Por qué sembrar donde la tierra se encarga de destruir el fruto? ¿Dónde hay muchos esfuerzos por abortar? ¿Dónde hay asesinato antes del nacimiento? Porque ni siquiera a la ramera dejarás que siga siendo una simple ramera, sino hazla también asesina. Ves cómo la embriaguez lleva a la prostitución, la prostitución al adulterio, el adulterio al asesinato; o más bien a algo incluso peor que el asesinato. Porque no tengo nombre que darle, ya que no quita lo que nace, sino que impide que nazca.

¿Por qué entonces abusas del don de Dios, y luchas con sus leyes, y sigues lo que es una maldición como si fuera una bendición, y haces de la cámara de la procreación una cámara para el asesinato, y armas a la mujer que fue dada para tener hijos para el matadero? ? Porque para sacar más dinero siendo agradable y objeto de deseo para sus amantes, ni siquiera esto se resiste a hacerlo, amontonando así sobre tu cabeza un gran montón de fuego. Porque incluso si la acción atrevida es de ella, la causa de la misma es tuya” (Homilías sobre Romanos 24 [391 d.C.]).
SAN JERÓNIMO siglo IV
“Algunos llegan incluso a tomar pociones para asegurar la esterilidad y asesinar así a seres humanos casi antes de su concepción. Algunas, cuando se encuentran encintas a causa de su pecado, utilizan drogas para procurar el aborto, y cuando, como sucede a menudo, mueren con su descendencia, entran al mundo inferior cargadas con la culpa no sólo de adulterio contra Cristo sino también de suicidio y asesinato de niños” (Cartas 22:13 [396 d.C.]).
 Publicado originalmente por Primeros Cristianos - Patrística

miércoles, 17 de abril de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, nunca tendrá hambre”

¿Dónde encontráis la alegría de amar? En la eucaristía, la santa comunión. Jesús mismo se hizo "pan de vida" para darnos vida. Noche y día está allí. Si vosotros realmente queréis crecer en el amor, volved a la eucaristía, a esta adoración. En nuestra congregación, teníamos la costumbre de tener la adoración una vez a la semana durante una hora; después, en 1973, decidimos tener la adoración cada día durante una hora. Tenemos mucho trabajo; por todas partes nuestras casas para enfermos y moribundos indigentes están llenas. Pero a partir del momento en que comenzamos la adoración cada día, nuestro amor por Jesús se volvió más íntimo, nuestro amor por cada uno más benévolo, nuestro amor por los pobres más compasivo.

Mirad el tabernáculo y ved lo que significa ahora este amor. ¿Soy consciente de eso? ¿Mi corazón es lo bastante puro para que vea allí a Jesús? Con el fin de que para vosotros y para mí sea más fácil ver a Jesús, él mismo se hizo "pan de vida"; con el fin de que pudiéramos recibir la vida, una vida de paz, una vida de alegría. Encontrad a Jesús y encontraréis la paz.



Santa Teresa de Calcuta (1910-1997)
fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
La palabra para ser hablada, cap. 6

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,35-40


Evangelio según San Juan 6,35-40
Jesús dijo a la gente: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen.

Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré,

porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.

La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día.

Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos, paz y bien.

La muerte de Esteban fue el inicio de una persecución por toda Jerusalén. Y no sólo. Ser cristiano nunca ha sido fácil. Incluso hoy no es sencillo. Sin persecuciones físicas, pero con mucha presión social. Decir que somos cristianos no es siempre fácil. Estar en contra del aborto, de la eutanasia, de la maternidad subrogada no ayuda a hacer amigos. El documento “Dignitas infinita” del dicasterio para la Doctrina de la Fe nos recuerda cuántos ataques a la dignidad de la persona siguen sucediendo hoy. Y la Iglesia es la única que habla en contra de esos ataques. Es lo que hay.

Dios escribe recto con renglones torcidos. La persecución sacó a los cristianos de Jerusalén, y extendió la fe en Cristo resucitado por todo el mundo. Hasta los confines de la tierra. Hasta el día de hoy, seguimos por los cinco continentes hablando del Salvador del mundo. Y haciendo signos. Quizá no expulsamos tantos demonios ni curamos tantos enfermos como hacía Jesús, pero llevamos la Buena Nueva desde el Polo Norte hasta el Polo Sur, desde el este al oeste.

Saulo sigue haciendo estragos, pero en su vida pronto se producirá un gran cambio. Las personas que viven con pasión, son capaces de orientar su celo hacia el fin que marca sus vidas. De momento, el objetivo no es el correcto, pero Dios tiene sus tiempos. Démosle tiempo para que cambie lo que deba ser cambiado.

Otro mensaje del Evangelio de hoy nos habla de la importancia de aceptar la voluntad de Dios para nuestra vida. Hemos celebrado hace poco la solemnidad de la Encarnación. El “hágase en mí según tu Palabra” es el modelo de vida del cristiano. Confiar, fiarse de Dios para hacer de tu vida lo que Él quiere. Como Jesús. Como muchos santos en la historia de la Iglesia. Es un buen día para preguntarnos si somos creyentes, si nos atrevemos a creer o exigimos condiciones y señales, como santo Tomás hace un par de domingos.

¿Cuál es la roca sobre la que construimos nuestras vidas? ¿Nos apoyamos en Dios, o en nuestras propias fuerzas? Tenemos que esforzarnos más por ver el paso de Dios en nuestra vida, para configurarnos más con Él, leer todo en clave divina y responder como hace falta. Para ser más felices, o sea, para ser más santos.

Nuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 16 de abril de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“El pan de Dios, es el que desciende del cielo y da la vida al mundo”

Cristo es "el pan de la vida" para los que creen en él: creer en Cristo es comer el pan de vida, es poseer en sí a Cristo, es poseer la vida eterna…

"Yo soy el pan de vida, dice; vuestros padres comieron maná en el desierto, y murieron" (Jn 6,48s). Por ahí hay que comprender la muerte espiritual. ¿Por qué murieron? Porque creían lo que veían; no comprendían lo que no veían… Moisés comió maná, Aarón lo comió y muchos otros también los que agradaron a Dios y que no murieron. ¿Por qué no murieron? Porque comprendieron espiritualmente, tuvieron hambre espiritual, probaron espiritualmente el maná para ser saciados espiritualmente. "He aquí el pan que baja del cielo: el que lo coma no morirá" (v. 50).

Este pan, es decir Cristo mismo el que hablaba así, estaba prefigurado en el maná, pero puede más que el maná. Porque el maná mismo no podía impedir morir espiritualmente… Pero los justos vieron en el maná a Cristo, creyeron en su venida, y Cristo, cuyo maná era el símbolo, les concede a todos aquellos que creen en él no morir espiritualmente. Por eso dice: "este es el pan que ha bajado del cielo; el que lo come no morirá". Aquí sobre la tierra, aquí ahora, delante de vuestros ojos, vuestros ojos de carne, aquí se encuentra "el pan bajado del cielo". "Yo, soy el pan vivo, que ha bajado del cielo" (v. 51). El "pan de la vida" desde siempre llamado "pan vivo". Pan vivo, porque él mismo posee la vida que permanece y porque puede librar de la muerte espiritual y dar vida. Primero dijo: "el que lo coma no morirá "; ahora habla claramente de la vida que da: "el que come este pan vivirá eternamente" (v. 58).



Balduino de Ford (¿-c. 1190)
abad cisterciense, después obispo
El sacramento del altar II, 3; SC 93 (trad. SC p. 261 rev.)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,30-35


Evangelio según San Juan 6,30-35
La gente dijo a Jesús: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?

Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo".

Jesús respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo;

porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo".

Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan".

Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos, paz y bien.

Hoy escuchamos en la primera lectura cómo muere san Esteban. El esquema de su muerte nos recuerda al de la muerte del mismo Jesús. En ambos casos, la acusación es injusta, y los dos mueren perdonando a sus asesinos. Evidentemente, hay una intención en todo esto, una enseñanza para que los discípulos del siglo XXI, como los primeros discípulos, sepamos cómo reaccionar ante las injurias y las calumnias.

En este relato, además, aparece un joven Saulo, azote de cristianos, que aprobaba la ejecución. A lo largo de estos días, iremos viendo su evolución. No hay nada que el Espíritu Santo no pueda cambiar. Ni siquiera aquello que a nosotros nos parece imposible, como nuestra ira, nuestro egoísmo, nuestros defectos…

Jesús sigue educando a sus seguidores. Hoy les sorprende con una nueva afirmación. “Yo soy el Pan de vida”. Mejor que el maná del desierto, que al final resultaba insípido por repetitivo. Entendemos que tendremos hambre y sed cada día, porque es lo natural. Pero los interlocutores de Jesús querían vivir sin hambre y sin sed. Literalmente. Otra vez las motivaciones, de las que hablábamos ayer.

Con Cristo las cosas se pueden ver de otra manera. Porque Él es la Sabiduría que se nos da en su Palabra y en su Cuerpo, el verdadero Pan de Vida. Sólo Él puede saciar nuestra hambre y sed de paz y de perdón, de justicia y de felicidad. Otras maneras de saciarnos (el poder, el orgullo, el placer…) nos dejan con ganas de más. No pueden llenarnos.

Pidámosle al Señor que de verdad Él sea el pan que sacie nuestra hambre. Que nos dé siempre de ese pan que es su Cuerpo. Para que sepamos ver a Dios en todos los sucesos de nuestra vida.

Nuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

CAMBIO DE CORAZÓN Y VIDA NUEVA

"Llevar una vida espiritual requiere un cambio de corazón, una conversión.
Dicha conversión puede estar señalada por un repentino cambio interior. Pero siempre implica una experiencia interior de unicidad. Nos damos cuenta de que estamos en el centro, y de que desde allí todo lo que existe y todo lo que ocurre puede verse y comprenderse como parte del misterio de la vida de Dios con nosotros. Nuestros problemas y sufrimientos, nuestras tareas y promesas, nuestras familias y amigos, nuestras actividades y proyectos, nuestras esperanzas y aspiraciones, ya no nos parecen una fatigosa variedad de elementos que apenas podemos mantener unidos, sino más bien las declaraciones y revelaciones de una nueva vida del Espíritu en nosotros.

«Todas esas otras cosas» que tanto nos ocupan y preocupan vienen ahora como dones o retos que fortalecen y ahondan la nueva vida que hemos descubierto. Esto no quiere decir que la vida espiritual facilite las cosas o nos libere de nuestros problemas o sufrimientos. Las vidas de los discípulos de Jesús muestran claramente que el sufrimiento no disminuye por la conversión. A veces incluso se intensifica. Pero nuestra atención ya no se dirige al «más o menos».

Lo importante es escuchar atentamente al Espíritu y acudir obedientemente allí donde somos conducidos, ya sea un lugar alegre o ingrato.

La pobreza, el dolor, los problemas, la angustia, la agonía e incluso las tinieblas interiores pueden seguir siendo parte de nuestra existencia. Pero la vida ya no es aburrida, rencorosa, depresiva o solitaria, porque hemos alcanzado a descubrir que todo lo que ocurre es parte de nuestro camino hacia el Padre".

Henri Nouwen

domingo, 14 de abril de 2024

LA PRIMERA DEFENSA CONTRA LA GUERRA


Si se quiere que haya una guerra, lo primero es convencer de que es inevitable y la impunidad de Netanyahu para liquidar a 30.000 gazatíes es la peor señal posible de que el mundo ha entrado en estado de guerra. Lo primero es resignarse a que hay que armarse hasta los dientes, invertir más en armamento que en diplomacia, ensanchar las divisiones.

Sin duda, debemos ser conscientes de que, si las cosas siguen así, habrá una guerra en cuanto pasen dos ciclos de elecciones en el mundo. La guerra no pasa, la guerra se construye. Y lo hace en nuestras conciencias, formándonos para ello. Por eso, si no queremos guerra, hay que prepararse para la paz. Sociedad civil e iglesias no se han movilizado por la paz. El estado mental de guerra ha tomado la plaza pública sin oposición.

Es legítima la defensa. Con las guerras de Ucrania y Gaza se ha saltado a la robotización del armamento. Los drones comienzan ya a poder actuar autónomamente para elegir a sus objetivos. La inteligencia artificial es ahora un nuevo general en las batallas. Ante ello, nuestras defensas deben invertir en una nueva generación de armamento. ¿Invertimos en una nueva generación de herramientas para la paz?

La violencia siembra más violencia

La reciente declaración vaticana ‘Dignidad infinita’ nos recuerda que toda guerra siembra una guerra posterior. Toda solución que solo use la violencia siembra más violencia. Por eso, cualquier rearme, como el que se está produciendo en Europa, solamente es legítimo si se invierte mayor cantidad de recursos en la prevención con servicios de inteligencia, en diplomacia y en paz. Y la primera defensa ante cualquier guerra es la dignidad humana. Bajar las defensas de la dignidad humana con la pobreza, la xenofobia, el autoritarismo, la prostitución o el aborto, es atraer la guerra.



COMPRENDIENDO LA PALABRA

«Tócame y mira»

Después de la resurrección, como el Señor había entrado con todas las puertas cerradas (Jn 20,19), los discípulos no creían que había recuperado la realidad de su cuerpo, sino suponían que sólo su alma había regresado bajo una apariencia corporal, como las imágenes que se presentan a los que tienen en su sueño. "Creían que veían un espíritu "...

"¿Por qué estáis turbados, y por qué tenéis pensamientos inquietantes en vuestros corazones? Ved mis manos y mis pies". Ved, es decir: estad atentos. ¿Por qué? Porque no es un sueño lo que estáis viendo. Ved mis manos y mis pies, ya que, con vuestros ojos agobiados, no podéis todavía ver mi rostro. Ved las heridas de mi carne, ya que todavía no veis las obras de Dios.

Contemplad las marcas hechas por mis enemigos, ya que todavía no percibís las manifestaciones de Dios. Tócame, para que tu mano te dé la prueba, ya que tus ojos están cegados... Descubre los agujeros de mis manos, busca en mi costado, reabre mis heridas, porque no puedo negarles a mis discípulos con vistas a la fe, lo que no les negué a mis enemigos para mi suplicio. Tocad, tocad, ahondad entre los huesos, para confirmar la realidad de la carne, y que estas heridas todavía abiertas atestiguan que son bien mías...

¿Por qué no creéis que he resucitado, yo que devolví a la vida a varios muertos ante vuestros ojos?... Cuando estaba colgado en la cruz, me insultaban diciendo: "El que salvó a otros, no puede salvarse a sí mismo. Que descienda de la cruz y creeremos" (Mt 27,40). ¿Qué es más difícil, descender de la cruz arrancando los clavos o regresar de los infiernos pisoteando la muerte? Yo mismo me salvé, y rompiendo las cadenas del infierno, subí hacia lo alto.



San Pedro Crisólogo (c. 406-450)
obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia
Sermón 31, 8º sobre la Resurrección del; PL 52, 427

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 24,35-48


Evangelio según San Lucas 24,35-48
Los discípulos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".

Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu,

pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?

Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".

Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.

Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?".

Ellos le presentaron un trozo de pescado asado;

él lo tomó y lo comió delante de todos.

Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos".

Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras,

y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,

y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.

Ustedes son testigos de todo esto."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos, paz y bien.

A veces tengo la sensación que Jesús, durante la Pascua, tuvo que sonreír a menudo. Se presentaba a sus amigos, cumplía lo que les había prometido, y sus amigos, en vez de alegrarse, se asustaban. Creen que es un fantasma. Reaccionan de tal manera que el mismo Cristo los corrige: “De qué os asustáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?” Lentos para entender lo que pasaba en sus vidas hasta el final.

Tener clara la imagen de Jesús es importante también para nosotros, cristianos del siglo XXI. Para toda la Iglesia, y para cada uno en particular. Hay tantas imágenes de Cristo, y tan distintas, que no es difícil confundirlo con un fantasma. Se nos desvanece. Se nos olvida que hablamos de una persona de carne y hueso.

Por eso, para ver a Cristo, es tan importante encontrarse en el domingo, el día del Señor. En comunidad, escuchando la Palabra del Señor y compartiendo el Pan y el Vino, podemos sentir la experiencia del Resucitado en medio de nosotros. Es que el Resucitado nunca se alejó de su comunidad, siempre ha estado con ellos. Eran los ojos de los Discípulos los que no podían verlo. Hasta que sus ojos se abren a la luz de la Pascua, y pueden verlo como es realmente. Toman conciencia de que verdaderamente ha resucitado, y que está en medio de ellos.

Una cosa podemos tener en común con los Discípulos de la comunidad de Lucas. Les pasaba como a nosotros, no acababan de ver claro. Incluso después de resucitar, Jesús tiene que seguir catequizándolos. Antes, hablaba del Reino. Ahora, convencerles de que les toca ser testigos de la resurrección. También ellos tienen que morir a sus miedos, y resucitar a la vida nueva. Convertirse en pregoneros de la Buena Nueva. Otra llamada para cada uno de nosotros. Hablar de Cristo a las personas que nos encontremos. Necesitamos tener claro Quién es Jesús para nosotros, ver la vida a la luz del Resucitado, para ayudar a los hermanos a aclarar sus imágenes de Jesús.

Hoy, como en el tiempo de los Apóstoles, las condiciones no son las mejores para descubrir a Dios. Parece, como en la barca en el lago, que hay muchas olas y parece que nos hundimos. La oscuridad del mundo (las guerras de Ucrania, de Gaza…) nos lleva a pensar que hay mucho mal y sufrimiento en nuestra tierra. Y, además, están nuestros miedos personales. Nos da miedo abrir las puertas, como a los Discípulos. No dejamos que nos conozcan como somos, por si decepcionamos, o ven en nosotros cosas que nos avergüenzan, o se descubren nuestros miedos o errores pasados… Puede que se nos olvide cómo somos de verdad. Y una de las condiciones del testigo es ser auténtico.

Jesús nos invita a superar nuestros miedos y oscuridades, para, con su ayuda, ser nosotros mismos. A ser como Dios. Porque él se hizo hombre de verdad. Hasta la muerte. Para resucitar. A sus Discípulos les ofrece pruebas muy humanas: comer con ellos y enseñarles las manos. Esas manos que les habían repartido el pan, habían expulsado demonios y acariciado niños. Manos que habían lavado sus pies, la señal de máximo amor y servicio, manos que se dejan clavar en la cruz. Así deberían ser nuestras manos, orantes, religiosas, serviciales… Jesús no tiene manos, tiene sólo nuestras manos, recuerda una oración muy conocida. Hagamos de nuestras manos unas manos como las de Jesús. Manos que no empuñan armas, como creían los que veían a Jesús como un líder guerrillero, sino que son unas manos amables, siempre abiertas, libres para acariciar y repartir amor.

Saber reconocer a Jesús, esperarlo siempre, y ver los signos de su manifestación; hacer de nuestras manos unas manos como las de Jesús, siempre abiertas y serviciales; superar nuestros miedos personales, y ser testigos auténticos con toda nuestra vida. Pueden ser los mensajes que nos deja la Palabra hoy. No los desaprovechemos.

Nuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

Liberación de los espíritus malignos de la pornografía

Liberación de los espíritus malignos de la pornografía


Padre Celestial, te pido que derrames la Preciosísima Sangre de Tu Hijo, Nuestro Señor Jesús, ahora mismo sobre mi memoria, imaginación, emociones, poder de sentido común y poder cogitativo. Pido que estas partes sean completamente inundadas con Su Preciosísima Sangre.

En el Santísimo Nombre de Jesús y a través del poder de Su Preciosísima Sangre, ato todos los espíritus malignos que puedan haberse adherido a estas partes opimiéndolos de alguna manera, ordenándoles que me dejen ahora y vayan directo a los pies de la Cruz.

Invoco el Fuego del Espíritu Santo ahora mismo, que pase por mi memoria, imaginación, emociones, poder del sentido común y poder cogitativo. Pido que el Fuego del Espíritu Santo traiga sanación a estas partes, purificándolas, santificándolas y uniéndolas con Nuestro Señor Jesús.

Pido ahora que la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesús entre en mi corazón. Pido a Jesús que inunde completamente mi corazón ahora con Su Sangre Redentora. Si algún espíritu maligno se ha adherido a mi corazón oprimiéndolo de alguna manera, le ato ahora y le ordeno en el Nombre Santo de Jesús y a través del poder de Su Preciosísima Sangre que me dejen ahora y vayan directamente a los pies de la Cruz. Invoco al Fuego del Espíritu Santo para que entre en mi corazón. Pido el fuego del Espíritu Santo que traiga sanación a mi corazón, sanándolo, purificándolo, santificándolo y uniéndole con el Sagrado Corazón de Jesús.

Pido la gracia de la sanación para todas y cada una de las heridas y traumas emocionales de mi vida, especialmente: [nombra aquí tus heridas/traumas]. Pido que la Preciosa Sangre del Cordero de Dios y el Espíritu Santo sanen estas heridas y me traigan paz. Perdono a todos aquellos que me han hecho daño, incluidos: [nómbralos aquí]. Los perdono desde el fondo de mi corazón y pido a Dios que los bendiga. Acepto el perdón de Dios por mis propios pecados, incluidos los pecados de pornografía e impureza. Que las gracias sanadoras de Dios inunden mi corazón, me abracen y me curen.

En el Nombre de Jesús, rompo cualquier vínculo malsano con personas de mi pasado, incluidos aquellos cuyas imágenes he visto, o cualquier vínculo sacrílego en generaciones pasadas. Retiro lo que di y devuelvo lo que tomé, en el Nombre de Jesús. Que estos lazos impuros se rompan y cualquier pecado o debilidad resultante de estos lazos sea levantado y eliminado. Que todos seamos lavados y purificados en y por la Sangre Bendita del Cordero.

Pido una gracia especial de pureza por intercesión de la Virgen de Guadalupe, Santa María Magdalena y Santa María Goretti. Que Dios me sane de este vicio. En el nombre de Jesús, que yo y todos los que sufrimos este mal seamos sanados. En el Nombre de Jesús, que alcancemos y vivamos en paz.

Amén.

Adaptación del original publicado por el “Centro San Miguel para la Renovación Espiritual” – Mons. Esteban Rossetti